Por Katherine Trebeck

Ocho hombres controlan tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial, mientras que uno de cada nueve personas se acuesta con hambre y otros ven que sus niveles de vida se estancan. Mientras que el diez por ciento más rico de la población emite casi el cincuenta por ciento de las emisiones de carbono, nos enfrentamos a la sexta extinción masiva y al peligroso cambio climático.

Estas estadísticas ilustran la profunda injusticia generada por los sistemas económicos encaminados a aumentar el PIB y por aquellas empresas que están orientadas a maximizar los rendimientos a corto plazo de los accionistas.

En el pasado, el crecimiento ha proporcionado beneficios cuando se ha utilizado bien - y para los muy pobres “más” es ciertamente necesario. Sin embargo, cada vez hay más signos de que muchos países ricos en PIB están entrando en un momento en que los beneficios del crecimiento económico dejan de ser tan evidentes. El director general de IKEA ha hablado incluso de “peak curtain”  “pico de cortina” - una saciedad en occidente de, en este caso, muebles para el hogar. Más sutilmente, vemos rendimientos decrecientes en términos de progreso social en los aumentos del PIB per cápita.

Peor que eso, la búsqueda del crecimiento corre el riesgo de hacer mucho daño. Una proporción considerable de los gastos corrientes, ya sea como individuos o colectivamente a través del estado, provienen del fracaso del sistema. Cuando la naturaleza del modelo económico no proporciona seguridad o carece de sentido, o cuando causa ansiedad y precariedad, aumenta la demanda de ciertos servicios. Sólo hay que pensar en los muchos tratamientos que las personas buscan para el estrés o el apoyo (por ejemplo en los hospitales) para aquellos que han buscado el consuelo a través de las drogas y el alcohol. Piensen también en los gastos en asistencia social (si tienen suerte) para aquellos que son desechados por empresas que buscan reducir su fuerza de trabajo en busca de ganancias o defensas contra inundaciones y pagos de seguros (si tienen suerte) para aquellos afectados por una economía que no respeta fronteras planetarias.

El crecimiento basado en estas cirscunstancia es “antieconómico”. Como JK Galbraith advirtió una vez: “No se puede defender la producción como satisfacción de los deseos si esa producción crea los deseos”.

Una economía más humana

Llegar a una alternativa a esta realidad es urgente: la búsqueda incesante de “más en el PIB” en el mundo rico está poniendo en peligro la capacidad de las personas en todo el mundo para aumentar su nivel de vida; para salir de la pobreza y destruir nuestra base de recursos colectivos. Muchos de los países más pobres seguirán siendo excluidos si los que se industrializan primero no dejan nada para ellos.

¿No sería una tragedia si, con la prisa por más - más PIB, más ganancias, más cosas- la gente y los gobiernos no reconocieran que el mundo rico en PIB tiene ya suficientes recursos materiales y monetarios?

El reto de hoy no es la escasez mundial, sino la incapacidad de apreciar y compartir los recursos que existen dentro y entre los países. El propósito mismo de la economía debe cambiar; es hora de “hacernos sentir como en casa” en un mundo que ya tiene bastante.

Hacernos sentir como en casa significa tener las cosas bien para las personas principalmente, en lugar de tener que reparar constantemente el daño creado por una economía basada en el crecimiento a toda costa (un enfoque altamente ineficiente y políticamente riguroso). Esto significa aplicar medidas y metas que alineen las instituciones y las empresas con las necesidades de las personas y del planeta. Hacernos sentir como en casa es iniciar ciclos virtuosos y asegurar que la riqueza sea compartida y sostenga nuestra base de recursos.

Estos ciclos virtuosos forman la base de una economía humana, que funciona para las personas y el planeta.


Artículo publicado en TriplePundit el jueves, 23 de febrero de 2017

By | 2017-10-25T19:06:21+00:00 febrero 24th, 2017|Opinion|0 Comments

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